domingo, 23 de octubre de 2011

II. Individuo y sociedad.



Nota: cada entrada es distinta, en la anterior se recogía todo el capítulo (todo lo que se quiso destacar), en esta no. Haré más entradas del mismo, aquí se recogen los conceptos  “innato”, “ambiental”, “socialización”, “referentes: normativo y aptitudinal”, e “inadaptación”, los dos últimos de clase, como se señala ulteriormente.

Lo innato y lo cultural.

Como ya sabemos, la relación entre biología y ambientalismo y su influencia en la conducta del individuo es un tema incandescente del que surgen debates en numerosas ciencias, desde las sociales hasta las experimentales.
Existen corrientes cercanas a los dos extremos y corrientes que comparten ambas ideas, aunque suele existir tendencia hacia un factor u otro.
Precisamente lo apasionante es que nadie ha sabido ni sabe nunca cuánta influencia le podemos adjudicar a cada elemento. La influencia en el individuo es difícilmente mesurable. Pasando por alto a los deterministas, todo aquel que defienda uno de los factores por encima del otro se ve irremediablemente abocado a considerar un margen en el que no entraría la corriente propia a la que se pertenece. Claro, si soy más bien ambientalista consideraré menor la influencia de la biología, pero ¿Cuánto es de determinante? No se sabe, y depende del caso, pero no se sabe.

Los trabajadores sociales pecan según leemos, de ligar demasiadas causas conductuales al ambiente. Justo en esta profesión, el binomio no pasa desapercibido. En otras disciplinas, como la Sociología, la relación cobra menos importancia. Se tiene en cuenta como algo que no se puede obviar, que puede aportar causas que no contempla el propio objeto de la sociología, pero no es el innatismo materia competente para el sociólogo (en el sentido estricto, cuando haya que hablar de biología).
Sin embargo en nuestro caso estamos hablando de trabajar con individuos o grupos directamente, trabajamos con personas.


Empecé a tomar en consideración la influencia de la biología en el carácter y personalidad bien tarde. Me encontraba en un avión con un grupo de amigos, acabábamos de despegar y estábamos sentados desde hacía veinte o treinta minutos, como mucho. Se mostraban alegres por el viaje, vitales. No paraban de hablar entre ellos, jugar a las cartas, reír. Yo sin embargo me encontraba luchando conmigo misma para mantenerme despierta, y no por falta de horas de sueño. Me di cuenta de que me faltaba el oxígeno. No era un pensamiento hipocondríaco, no padezco claustrofobia ni tengo problemas con los vuelos ni era la primera vez que volaba. Simplemente me faltaba el aire, el espacio era reducido (Welcome to Ryanair) y había muchas cabezas por metro cuadrado.
De esto no me di cuenta hasta unos días después, cuando recordé cómo en aquel momento me preguntaba por qué los demás no notaban el ambiente cargado y cómo a mí me costaba demasiado hablar o mantenerme activa.
Esta es sólo una de las primeras experiencias por las que constaté que tenía la tensión baja.
Ahora entendía por qué la gente de la clase me decía que les parecía muy tranquila. Para mí, yo era muy activa: iba en bici a la facultad, salía a correr, trabajaba, hacía “juventudeces” cuando salía…Claro, yo contaba las acciones concretas que acometía, no las cuatro horas entre plan y plan que necesitaba para recuperarme (y no por cansancio común, una semana no tenía tanta actividad). En las clase-ryanair, encerrados a temperatura ambiente durante unas horitas me amodorraba más de la cuenta hasta transformarme en un mueble más.


 Cavilando sobre cómo actuaba cuando me bajaba la tensión y cuando la tenía “normal” (normal: que no me provocaba una pereza extraña) decidí que perdía innumerables horas descansando por “necesidad real” y que me impedía llevar a cabo muchos objetivos que me proponía cuando la tenía baja.
Me propuse pasar de esa sensación e intentar realizar más actividades de las que realizaría normalmente, para mantenerme más activa y alcanzar más objetivos. Y sobre todo a no mimetizarme con los sofases del mundo.
Un rasgo innato de influía directamente en mi personalidad, y al conocerlo pude variar su influencia domándolo con disciplina. Y dejando de hacer digestiones de camionero, todo hay que decirlo.


Sugestiva la afirmación sobre la evasión de la propia responsabilidad como causa de la permanente búsqueda de las señales de nuestro destino que localizamos en el texto.
Considero necesario el estudio de los factores maleables de la conducta para conocer desde donde podemos hacer los cambios. Probablemente, comencemos por estudiar el entorno en el que el individuo se ha desarrollado y como le afecta ese entorno, en el caso de trabajadores y educadores sociales. Lo estimo adecuado, precisamente porque pienso que los factores conductuales pueden domar los factores biológicos, aunque una vez más depende del caso y habría que abrir un apartado distinto para casos de orden mayor.
 La responsabilidad concreta es superar los factores biológicos en la medida en que seamos conscientes de ellos y esté en nuestro alcance. Es imposible saber sin un análisis previo, por poner un ejemplo, si nuestra amígdala funciona correctamente. Podemos intuir que existen problemas si observamos alguna causa como el alcoholismo, pero no todos los factores biológicos influyentes en la conducta poseen una causa tangible desde el exterior ni producen comportamientos extremos que puedan ser rápidamente localizables. Me gustaría poder trabajar con los dos factores en el futuro hasta donde mi formación me permitiese. Si trabajase con un grupo reducido o con individuos, según el caso, me gustaría poder derivarlos a algún especialista que le hiciera un estudio desde esa perspectiva, pero nunca eludir el innatismo por ser algo que no parece contemplar  la actitud y aptitud del Trabajador Social.

Lo que incorporo a mi bagaje del texto, es el recordatorio de que nos posicionemos como nos posicionemos, es contraproducente tomar una actitud determinista, pues nos llevaría a desatender las particularidades de cada individuo.

...

El proceso de socialización.

Justo en el primer párrafo del apartado leemos “incorporación del individuo a la sociedad…se desarrollan características comunes de la personalidad de los individuos”.
Genial. Esta parte, es divertida. Las características comunes de la personalidad de los individuos son los ingredientes racionales de los estereotipos (quizá el único ingrediente racional). Nos explican en varias asignaturas lo que es un estereotipo de la mano del prejuicio desde el mismo punto de vista. Entiendo personalmente que el estereotipo es  un concepto neutral, no algo negativo. Para mí es algo neutral que comporta consecuencias negativas en muchos casos.
Como en la carrera enfocamos el estereotipo y los prejuicios como un ahorro mental que nos permite mediante encasillamiento el no tener que plantearnos cómo es y cómo funciona la persona que tenemos delante y me gusta entender la tela sobre la que se cose, voy a darle la vuelta a la tortilla, ya que el proceso de socialización me lo permite.

No había reparado hasta que comencé a servir, en la posición de espectador en la que se encuentra un camarero. Asiste como un ente invisible, a una espectacular concurrencia de grupos de personas con características comunes. Es increíble como se pueden percibir tan claramente las características latentes de las personas a través de las patentes cuando se encuentran en grupo.
Vienen a un cóctel un grupo de 60-70 personas. Nada más llegar, el olor a Jean Paul Gautier, Ralph Lauren  y Chanel, impregna la sala. Desfilan desde la entrada hasta su lugar de uno en uno y por parejas. Rodarán los cuarenta y pocos, de media. Allá donde pose la mirada hay un bolso de Carolina Herrera, un peinado de torero... Empiezo a serpentear entre la gente con bandejas de cerveza y vino. Ellos beben como cosacos. Ellas se han aprendido el artículo del nutricionista y son más comedidas. Voy pillando frases sueltas, todas con el mismo denominador común: aquel club donde pasaron la tarde, blahblah empresa,  blahblah gestión bancaria, blah blah Pilates.
Nos tratan a mí y a mis compañeros como sirvientes, más que camareros. Parece que cada uno tiene una petición especialita, por aquí un vaso de agua con rodaja de limón, por allá un tinto en un vaso especificado por el cliente. Nuevos ricos. No es la primera vez que vienen grupos de esa posición socioeconómica, los camareros ya hacemos predicciones como en qué estado van a dejar el salón y otras tantas, con una aproximación a la realidad del 90% que se comprueba al final de la jornada, sin que Pigmalión asome cabeza. Charlatanes, bebedores (por ser comedida en términos), algo caprichosos y falsa educación (casi no graznan “gracias”, vehemencia, y la que modera el tono lo hace porque queda mono).

Pocos días después servimos a notarios y antiguos notarios: los apolíneos. Ahora la media de edad se sitúa en diez o quince años más. High class baby, estos son distintos. Tienen clase de verdad. No son ostentosos como los anteriores, sino elegantes. Las mujeres cincuentonas tienen cuerpos armoniosos y esbeltos. Alguna patéticamente recauchutada, pero en general  las demás constituyen el paradigma de la finura, o copian demasiado bien del Vogue. Misma estética entre ellos, igual que el grupo anterior. Sus conversaciones discurren lentamente y en volumen políticamente correcto. Sonríen con sonrisa de abuelo feliz, no con sonrisa de firma de contrato, realmente nos hacen creer que se sienten agradecidos por nuestro servicio.

El último caso que presento es el antagónico al anterior: personas que han estado ahorrando concienzudamente para poder celebrar allí el bautizo del niño. Los señores/as  de 50-60 son…pintorescos. Las mujeres desde la cuarentena van criando figura de abuela-tonelito andaluz. Son rechonchas y con caras simpáticas, permanentes y tintes hood. Todos ellos comen y beben como si no hubiera un mañana. En el primer grupo era más bien por ocio y vicio, ahora por vicio puede que también, pero sobre todo y principalmente porque “es gratis, Manolo”. Los niños chicos que hay son los embajadores de la creciente tasa de obesidad española, patrocinados por Coca-Cola special events.

En tal ámbito, los estereotipos y los prejuicios sirven mucho. Indican cómo tratar a las personas. Profesionalmente no debería haber ninguna diferencia en el trato, pero la realidad es que las hay. Si una señora dubitativa ante una bandeja de canapés le pregunta al aire cual estará más bueno, y es de los nuevos ricos, una se calla, si no quiere recibir a cambio una mirada desafiante y seca. Si se da el mismo caso pero la mujer lleva zapatos de plástico, una responde “ el naranja es de cabracho y suele gustar más”, y la señora contesta con  agrado con un “Sí? Mu bien miarma, vamo a probarlo que un dia e un día”.
 Si hay muy poco espacio entre silla y pared y no se alcanza una copa para servir el agua o vino por la derecha con los del primer grupo, te fastidias y haces acrobacias o das una vuelta estúpida. Si ocurre con el pueblo llano, sirves por donde sea más cómodo, relegando el decoro a un segundo plano, no solo no les importa sino que ni si quiera se dan cuenta, tampoco usan los cubiertos adecuados para cada plato.

Es gracioso todo esto. Ver como se han socializado y se socializan los diferentes grupos. Ver cómo personas que son distintas, piensan distinto y actúan distinto unas de las otras, pueden dar la impresión de total y compacta homogeneidad vistas en grupo. Con tales constataciones es muy sencillo entender cualquier teoría estructuralista. Puritas marionetas.
Lo que yo entiendo por socialización es un aprendizaje desde el nacimiento hasta la muerte que bebe de TODO. Me da pereza especificar porque hemos trillado el concepto entre el año pasado y lo que llevamos de este…medios de comunicación, grupos de pares, instituciones primarias y secundarias, incluso geografía…

En los dos últimos días de clase con Almudena  (10,17/Oct/11) vimos dos referentes: el Normativo y el Aptitudinal. Los voy a fundir con el concepto de socialización:

 Según el referente normativo, intervendremos con una persona cuya socialización ha sido defectuosa para adaptarla al entorno normativo. Defectuosa por supuesto mirándola desde ese referente.
Si no cumples las normas (formales o no escritas), estás indebidamente socializado, ya que el fin de la socialización es la inserción del individuo en la sociedad para que se forme una masa cuanto más compacta y homogénea mejor, en todas sus variedades infinitamente imaginables, desde la sorprendente uniformidad en estilos caligráficos estadounidenses (tan perversos los gringos, no…?!), pasando por la obediencia a las normas escritas, normas cívicas y culturales no escritas, protocolo, código de conducta con el grupo de iguales…etc.
 Vamos, por terminar de caricaturizar (no sin veracidad) el asunto, que te compres la Blackberry y estarás socializado de puta madre, y adaptado que ni te cuento.

El referente aptitudinal es un poquito más aburrido, por lo menos para mí en comparación con el otro, que es más sociológico. Considera a la persona inadaptada cuando el individuo posee características propias como taras, un déficit de salud o inteligencia, trastorno afectivo o comportamental, del carácter…

¿El debate? El debate imperecedero: los límites. Y es que me entusiasman los límites, los opuestos, los extremos, los veo en todo en la vida y los vivo en la medida (irónico que use esa palabra) que puedo.

 Debatimos sobre lo que era un inadaptado según el referente aptitudinal valorando ejemplos concretos como el de las personas miopes que no ven nada sin gafas, y calibrando qué debía aportar el entorno para facilitar la adaptación del individuo (clásico ejemplo de las rampas para silla de ruedas, etc.). Recogí la cita (de Almudena creo recordar) que me dejó satisfecha: “Una persona enferma o deficiente será inadaptada social en la medida en que el medio social en el que tiene vivir le sea hostil”. 

 Me parece justo  que estime que el baremo para conocer un caso de inadaptación sea la percepción de la propia persona, no veo otro modo adecuado.

Cerramos ya con esta idea...

Saludos.

 

1 comentario:

  1. Vaya, te has explayado. Buena entrada, con su punto de ironía y de sarcasmo. Esta vez no he saltado por el texto y he podido seguirte sin esfuerzo. En el fondo, algo que hace que mi sentido arácnido vibre. Tal vez, cuando tu trabajo es de camarero/a, los estereotipos son útiles e incluso necesarios para el trabajo. Debes desarrollar un comportamiento adaptado a lo que ese colectivo, que se comporta con respecto al estereotipo, espera de ti. Ellos también tienen un estereotipo de ti. Pero cuando tu trabajo es de educador/a, asumir sin más los estereotipos es "peligroso", inevitable, pero me preocupa mucho la inconsciencia en este sentido. Ya etiquetan mucho las instituciones donde vamos a trabajar como para que en nuestro trabajo "por dentro" extendamos y estiremos la etiqueta (y estoy de acuerdo en que el estereotipo es neutro, pero no lo que hacemos con él). Y no todos los profesionales de lo social son tan reflexivos como tú (o tal vez yo), por eso me gusta señalar con luminosos algunos avisos. Buen trabajo. Jose

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