lunes, 2 de enero de 2012

I don't need a ticket though I never got one...



Le iban a salir telarañas a esto.
Para recalentar motores leemos el texto de Amorós y Ayerbe (2000), que es cortito y nos suena.

El proceso de inadaptación atraviesa dos fases que vamos a intentar ejemplificar:


Veamos, la primera fase es llamada Inadaptación objetiva y su característica principal es que las conductas antisociales desarrolladas son esencialmente utilitarias y son ilegales, y se llevan a cabo para alcanzar una meta adaptativa.

Si tuviéramos una plantación de marihuana en nuestro armario y nos dedicáramos a venderla para alcanzar determinado nivel económico (nos vendría tan bien en estas fechas…) estaríamos transgrediendo la ley. La transgredimos porque nos lleva hacia un fin que es conseguir dinero, el dinero puede contribuir e a estar adaptado en cierto grado, que no necesariamente, pero lo que está claro es que sin el factor económico sí que estamos más predispuestos a la inadaptación en occidente moderno, recordemos que es uno de los factores influyentes en la vulnerabilidad social.

 Imaginemos ahora a un traficante de armas. Es un caso en el que se podría aplicar la misma lógica, pero mirémoslo desde otro prisma. Probablemente si conociésemos su historia de vida, no tendría mucho que ver con la de un individuo plenamente adaptado. Perogrullo, contando con la excepción. Lo que queremos destacar es que podría tratarse de una persona que no ha sabido adaptarse con los medios legales, o quizá no haya tenido oportunidades ni herramientas para hacerlo. De tipo económico y material, o porque haya crecido en un entorno que ya ejerciera prácticas ilegales/inadaptadas y se haya socializado en un mundo que no tiene mucho que ver con el de la ley civil.

La diferencia entre esta etapa y la anterior, es que en esta no tienen porque existir alteraciones significantes de la personalidad y en la Inadaptación subjetiva sí.
Ésta se da cuando las instituciones intervienen y se produce un etiquetamiento, exclusión, y en definitiva una institucionalización que provocan un cambio en la conducta o la personalidad del sujeto, cuando no atienden adecuadamente sus necesidades. Según Amorós: “Las medidas institucionales implican un sistema relacional distinto y el sujeto adopta pautas comportamentales consideradas como “anormales” “
Nos preguntamos si la presencia de la institución es clave para que se adopten pautas comportamentales “anormales” (pensamos que no).


Conocimos a un chico al que llamaremos Sergio. Cuando decimos chico es que era realmente chico, no llegaba a la mayoría de edad y ya llevaba un año viviendo en la calle. Los Servicios Sociales tuvieron que hacerse cargo de él durante su infancia y adolescencia, ya que consideraron que su familia no podía/sabía hacerlo. Llevaba un tiempo en una okupa frecuentada por personas con una determinada forma de ganarse la vida, ilegalmente (robando), o produciendo espectáculo lúdico en la calle para recaudar dinero. Compartían más que modo de vida, compartían ideología y gustos. Compartían estética, se identificaban con ella y los ojos ajenos reaccionaban etiquetándolos según lucían y actuaban.

Howard Becker, sociólogo estadounidense, exponía que los grupos sociales eran los que  creaban la desviación, estableciendo reglas cuya infracción constituía una desviación. Decía que la desviación era la consecuencia de la aplicación de las sanciones, y que el desviado no era sino: “alguien al que la etiqueta le ha sido puesta con éxito”.

Becker habla de sanciones y reglas, pero no de si son formales o no, de si es la ley civil la que siempre castiga, y pensamos que se refiere a los dos ámbitos. En el caso de Sergio no fue necesaria ninguna institución para que se produjese el labelling, la mirada despreciativa de un viandante es suficientemente informadora y transmisora de desprecio, de castigo, de sanción por hacer lo que hace o lucir como luce. La suma de las reacciones de todas las personas “normales” con las que se cruzaba desde que se levantaba hasta que se acostaba es lo que hacían de él un desviado, mirándolo desde la perspectiva del interaccionismo simbólico.

Los Referentes desde los que se trata la inadaptación los hemos visto en clase y en el  blog hemos tratado previa y brevemente el Aptitudinal y el Normativo. Lo que nos ha aportado el texto es principalmente vocabulario, términos sociológicos o de la profesión. Rescatamos una cita sobre la inadaptación según el referente aptitudinal, puesto que nuestro trabajo para la asignatura será sobre los niños hospitalizados que participan de las Aulas Hospitalarias, y nos viene bien repasar:

“No es la discapacidad en sí la que determina la inadaptación,  sino la definición y la práctica social llevada a cabo acerca de unos sujetos con unas características personales o sociales…”

Es aplicable a la inadaptación según el referente normativo, podría haberlo escrito H.Becker.

Como bien sabemos el concepto de inadaptación depende del referente, de la definición de inadaptación y adaptación. Las definiciones con la referencia centrada en la especificidad humana señalan que la inadaptación no es tanto una inadecuación al medio como una inadaptación a sí mismo en tanto que sujeto de proyectos. Entendemos con ello que no es tanto una inadaptación por la hostilidad del medio. Sería considerar a Sergio inadaptado por un fracaso en sus proyectos vitales si así él lo sintiera, pero no porque el entorno no le proporcionara los medios para subsistir, pues tenía techo y alimento diario.


Las definiciones centradas en la interacción medio-sujeto están enfocadas a la relación entre ambas partes, la comunicación que se produce o no. Considera que hay desadaptación cuando hay desequilibrio entre ambas partes, conflicto entre el individuo y la sociedad. Numerosos autores proponen una clasificación según el tipo de relación individuo entorno: conformismo pasivo, retirada, o conducta antisocial objetiva.

Pensamos que el llamado “conformismo pasivo” por Ayerbe y Amorós es el “ritualismo” propuesto en el esquema funcionalista de R.K.Merton. Merton describe el ritualismo como el abandono total de las metas culturales, mientras que se permanece fiel a la observación de las normas, con la característica de que el ritualista se aleja del sistema social en cuanto a que renuncia al logro de las metas que constituyen los ideales básicos de la sociedad.: “El síndrome del ritualista social es tan familiar como instructivo. Su filosofía implícita de la vida encuentra expresión en una seria de clichés culturales: “no me afano por nada”, “juego sobre seguro”,”estoy contento con lo que tengo,”no aspires a demasiado y no tendrás desengaños”.El tema entretejido en esas actitudes es que las ambiciones grandes exponen a uno al desengaño y al peligro, mientras que las aspiraciones modestas dan satisfacción y seguridad. Es una reacción a una situación que parece amenazadora y suscita desconfianza.”

Merton también propone un término como el conformismo pasivo, al que llama “conformidad”, pero pensamos que el que se corresponde con él es el ritualismo, porque el ritualismo y el conformismo pasivo comparten la idea de “lastre social” que se produciría por la nula aportación a la sociedad aun cumpliendo sus normas, mientras que la “conformidad” para Merton sería una conducta que se orienta de forma típica hacia los valores básicos de la sociedad, aceptándose las metas culturales. Además nos dice que la conformidad es la pauta más común y ampliamente difundida, por lo tanto no casa con el concepto de conformismo pasivo, que habla de una minoría.

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